NOSOTROS


COMUNICACIÒN -SUPERESTRUCTURA NARRATIVA

COMUNICACIÒN
EL interés por el estudio del sistema de la lengua como acto de comunicación lleva a integrar los múltiples aspectos funcionales que coexisten en un mismo discurso, si bien las funciones se presentan jerarquizadas, es decir, una predomina sobre las demás. El siguiente cuadro presenta en forma esquemática las funciones del lenguaje:




Contexto
referencial


Emisorexpresiva

Mensaje
poética

Receptorconativa


Contacto
fática

Códigometalingüística


Estructuras globales: superestructuras

Una superestructura establece el orden global de un texto que se compone de una serie de categorías, cuyas posibilidades de combinación se basan en reglas. Las reglas que generan estas superestructuras poseen un carácter convencional y pertenecen a la competencia lingüística y comunicativa general, es decir que la mayoría de hablantes de una comunidad lingüística las conoce o reconoce.
Las superestructuras caracterizan tipos de textos. Un texto tiene una estructura gramatical compuesta de macroestructuras y microestructuras oracionales y una estructura estilística. Por ejemplo, la narración es una superestructura, independiente del contenido de una narración particular, las superestructuras permiten reconocer y la vez determinar la coordinación global de las partes del texto.

Superestructuras narrativas
Los textos narrativos son 'formas básicas' globales muy importantes de la comunicación. Con «textos narrativos» hace referencia, en primer lugar, a las narraciones que se producen en la comunicación cotidiana: narramos lo que nos pasó (a nosotros o a otros que conocemos) recientemente o hace tiempo.

Esta narración sencilla y 'natural' es primariamente oral, aun cuando podamos anotar los sucesos en cartas o diarios, o grabar y reproducir. En el contexto conversacional, en el que transmitimos la 'misma' narración a otros interlocutores, producimos por lo general una variante de la primera narración, es decir, un texto con la misma macroestructura.

En segundo lugar, los textos narrativos que refieren a otros tipos de contexto, como los mitos, cuentos populares, las sagas, leyendas, y en tercer lugar, las narraciones más complejas definidas con el concepto de 'literatura': cuentos, novelas, etc.
Van Dijk analiza las características básicas de la narración oral.

Texto narrativo

1) La primera característica del texto narrativo consiste en que se refiere a acciones de personas, de manera que las descripciones de circunstancias, objetos u otros sucesos quedan claramente subordinadas. A este respecto, un texto narrativo se diferencia sistemáticamente de, por ejemplo, un catálogo.

2) Un texto narrativo debe poseer como referentes un suceso o una acción que cumplan con el criterio del interés. Si se convencionaliza este criterio, se obtiene una primera categoría de superestructura para los textos narrativos: la complicación.

Aunque la complicación, puede ser un suceso en el que no intervienen personas, como un terremoto o una tormenta, requerirá que a lo largo del texto se vean implicadas algunas personas en su reacción ante el suceso. Esta reacción a menudo podría ser una resolución de la complicación.

3) Con estas dos categorías de complicación y resolución tienen que ver con el núcleo de un texto narrativo cotidiano. Llamaremos suceso a este núcleo.
Cada suceso tiene lugar en una situación determinada, en un lugar determinado, a una hora determinada y en determinadas circunstancias. Se denominará marco a la parte del texto narrativo que especifica estas circunstancias. El marco y el suceso juntos forman algo que puede llamarse episodio. Dentro del mismo marco pueden darse varios sucesos. Lo mismo vale para el episodio: los sucesos pueden tener lugar en sitios diferentes. Esta serie de episodios se llama trama del texto narrativo.
La mayoría de los narradores no sólo reproduce los sucesos, sino que también aporta su reacción mental, su opinión o valoración. Esta categoría se denomina generalmente evaluación. Junto con la trama, la evaluación forma la verdadera historia, empleada aquí como término técnico. Obsérvese que la evaluación en sí no pertenece a la trama, sino que se trata de una reacción del narrador frente a la misma.

4) Muchos textos poseen también un anuncio y un epílogo, que son de naturaleza más bien pragmática que semántica, por lo que se refieren a las acciones actuales y futuras del hablante/narrador y/o del oyente. Un típico ejemplo de esta categoría de epílogo lo aporta la fábula, en la que al final se extrae una 'lección' o una 'conclusión', la moraleja, en cierto sentido una conclusión práctica: ¿qué se tendría/tendrá que hacer o no en el futuro si se tienen presentes los sucesos de la historia?
...................................

La superestructura de un texto narrativo puede esquematizarse del siguiente modo:

NARRACIÓN


HISTORIA MORALEJA

TRAMA EVALUACIÓN

EPISODIO

MARCO SUCESO

COMPLICACIÓN RESOLUCIÓN

EL FANTASMA DE HORACIO QUIROGA

El fantasma de Horacio QuirogaEl fantasma de Quiroga deambula por los corredores de su vieja casa, como si quisiera efectuar en la muerte un regreso que no cumplió en vida.Brindamos la segunda entrega de nuestro espacio dedicado a Salto dentro de las leyendas urbanas, gracias a la colaboración de Diego Moraes. Tras la publicación de "La aparecida de la Ruta 3", Diego nos deja otro adelanto de su libro "Bestiario del Salto Oriental", dedicado a las historias sobrenaturales de ese departamento. En este segundo capítulo, el protagonista no es otro que la figura más entrañable de Salto: el escritor Horacio Quiroga, cuya trágica y accidentada vida dejó la simiente perfecta para la creación de una leyenda tras su muerte. Según los registros más fieles, la última vez que Horacio Quiroga puso un pie en Salto fue hacia fines del año 1902 o principios del 1903, cuando ya estaba radicado en Buenos Aires luego del trauma que le había provocado la muerte de su amigo Federico Ferrando. Juró entonces -cosa que literalmente cumplió- no regresar jamás en su vida. Las razones parecían justificadas: la ciudad natal, para Quiroga, no era otra cosa que un enorme signo de su desdicha personal. Salto había sido el escenario de dos muertes que calaron hondo en su espíritu (la de su padre Prudencio en 1879, y la de su padrastro Ascencio Barcos, en 1891). Fueron los salteños quienes desdeñaron con indiferencia sus ejercicios literarios en Gil Blas y en La Revista; y era también salteño, finalmente, el hermano del alma que acababa de morir, víctima de su propio descuido. Nada parecía haber en Salto que el precoz escritor -por entonces de apenas veinticinco años de edad- pudiera asociar con la felicidad o siquiera lejanamente con la alegría. Sin embargo, muchos son los biógrafos que han advertido que, hacia los últimos instantes de su vida, Horacio Quiroga planeó casi secretamente una íntima reconciliación con el suelo natal. En buena medida, este propósito ya podría adivinarse considerando con atención la correspondencia quiroguiana hacia la época de su segundo exilio misionero y las reiteradas ocasiones que en ella el escritor recuerda con cariño y nostalgia las ya lejanas horas de la juventud. En algunas, como las cruzadas con Fernández Saldaña, Quiroga habla a menudo de rostros, de nombres y de amigos del Salto, y cuenta con insistencia humorísticas anécdotas y recuerdos allí vividos. En otras, como las mantenidas con su amigo y coterráneo Enrique Amorim, el escritor habla mucho más explícitamente de un proyecto general de "rever el paisaje salteño", proyecto que incluía no solamente una revaloración de las posibilidades estéticas del recuerdo del terruño sino también, acaso, una vuelta al hogar ("Al fin y al cabo -escribió una vez- hasta los elefantes van a morir todos al sitio dónde dieron sus primeros trotes"). De hecho, este último propósito estuvo muy cerca de concretarse hacia el año 1935 cuando el propio Amorim le realizó una invitación al chalet "Las Nubes", que Quiroga a la postre rechazaría alegando su voluntad de evitar los previsibles homenajes oficiales. No obstante, la verdadera razón por la que el proyecto quiroguiano de la recuperación del Salto quedó finalmente trunco fue mucho más drástico: poco tiempo más tarde el escritor comenzaría a padecer los primeros síntomas de un irreversible cáncer gástrico, y tanto su salud como su desequilibrado estado anímico lo arrastraron obligatoriamente hacia Buenos Aires. Allí, aquejado por el sufrimiento y la soledad, la idea del suicidio se instaló en su mente con más fuerza que la del regreso. Sin embargo, es verosímil que hacia sus últimos segundos, y ya de cara a Dios, Quiroga siguiera pensando, como en un sueño, en su Salto nativo. Pensó tal vez -como había dejado escrito en el Diario de Viaje a París- que solamente en Salto había encontrado alguna vez diversión. Que entre los amigos que lo acompañaron fielmente durante toda su vida figuraban muchos salteños. Que fueron los primeros escritos salteños, acaso, los únicos que le produjeron verdadera felicidad creativa. Que la absurda Comunidad de Los Tres Mosqueteros -precursora del célebre Consistorio del Gay Saber- fue una de las experiencias más delirantes que alguien pudiera imaginar. Que los carnavales salteños le proporcionaron el conocimiento de algunos amores imborrables; y que fueron muchos también, en definitiva, los buenos recuerdos de su vida de estudiante en el Instituto Politécnico. Es también verosímil suponer que la fatídica noche de febrero de 1937 en que Quiroga entró en la muerte en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, luego de ingerir una fuerte dosis de cianuro, llevara todas o siquiera algunas de estas imágenes impregnadas en su retina. Pues bien, tal es la razón, y no otra, por la que el fantasma de Horacio Quiroga se aparece todavía en tantos lugares del Salto: para conseguir, desde el más allá, la anhelada vuelta al hogar que su cuerpo humano no pudo alcanzar en vida. Tal vez también por esta razón, los lugares en que con más frecuencia se manifiesta su espectro sean las dos casas que éste habitó en la ciudad. En la primera, ubicada sobre calle Uruguay, sucesivos inquilinos han visto ciertas noches al fantasma de Quiroga deambulando por la oscuridad de los corredores, envuelto en una larga manta de color rojo; y en la segunda, la casona ubicada sobre Avenida Viera en que funcionaba hace no mucho tiempo la llamada "Escuela al Aire Libre", suele presentarse a los niños, caseros y cocineros del centro educativo, la mayoría de las veces sentado en una silla de hamaca ubicada junto a la estufa del lugar, aunque también hacia los terrenos del fondo, revolviendo las plantaciones de verduras o utilizando clandestinamente las herramientas del galpón. En tales casos, el fantasma aparece invariablemente con el aspecto con que recuerdan a Quiroga sus últimas fotografías: enflaquecido, la piel arrugada y amarillenta, la espesa barba comiéndole la cara, la mirada triste y como perdida en el vacío. Pero no son por cierto éstos los únicos sitios de sus póstumas peregrinaciones salteñas. Por el contrario, se refieren apariciones suyas en la zona de la Costanera Sur, más precisamente en los alrededores del Mausoleo erigido en su nombre y en el que está ubicada la famosa -y también maldita- urna de Ezria que guarda sus terrenales cenizas. Igualmente, hay testimonios que aseguran la presencia del fantasma de Horacio Quiroga re-editando en bicicleta la célebre travesía Salto-Paysandú, pedaleando muy orgulloso con su camiseta del Club Ciclista Salteño. Tales apariciones salteñas del espectro de Quiroga, naturalmente, suelen promover el espanto de sus ocasionales testigos. Sin embargo, viéndolo de otro modo, son la cosa más natural del mundo. Al fin y al cabo ¿qué otro destino más conveniente para el fantasma de un hombre que en toda su vida no fue sino un perpetuo desterrado, que el de intentar recuperar, al cabo de ésta, el familiar sabor del suelo natal, vale decir, regresar a las entrañas mismas de la madre tierra? Diego Moraes (Salto, 23 / 2 / 79) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UdelaR) y Procurador por la Facultad de Derecho (UdelaR). Ha colaborado también como redactor en varias publicaciones culturales, tales como Prima Cruzada (Montevideo) y La Ventana Magazine (Salto). Su libro "Bestiario del Salto Oriental. Antología de mitos y leyendas fantásticas del departamento" tuvo una primera edición (promocional, 50 ejemplares) y se prepara una segunda a través de Zujka Ediciones, 2007.

12 se setiembre "Día de la Educación Pública"

Se celebra hoy por primera vez, el "Día de la Educación Pública". La Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) determinó que todos los segundos sábados del mes de setiembre se abran las puertas de las instituciones educativas a la comunidad.
En este marco se desarrollarán diferentes tipos de actividades con la intención de re-valorizar a la educación pública uruguaya, para que retome el papel protagónico que siempre tuvo. De esta forma se invita a la comunidad a visitar los centros educativos, donde voluntarios, docentes y alumnos serán sus anfitriones.
Nuestro liceo se ha preparado durante semanas con el fin de agasajar a los vecinos, padres y alumnos de nuestra comunidad. “Nuestra convocatoria es para compartir con nuestro pueblo de San Antonio, lo que es el festejo del Día Nacional de la Educación Pública”.
La mayoría de las actividades se realizara entre las 9:00 y las 13:00 horas.


Dime y lo olvido,
Enséñame y lo recuerdo,
Involúcrame y lo recuerdo.

Aprendiz del barro

Nació para campeón. Por corajudo.
Lo garroneó la muerte en el boliche.
De pibe el viejo lo ataba a una cadena. Un infierno de pibe indomable. Se escapaba del barrio y no volvía. Allá como a los veinte o treinta días se aparecía con la caja al hombro. De lustrabotas se ganó la vida aunque nunca logró cambiar de oficio: gastaba la de trapo en el baldío, al norte del arroyo y el “bostero”.
Lo marcaban de a tres y no podían, le daban lata y daba más que nadie. Y se metió en la bronca de los “bondis”, la navaja, la piña americana. Fue contratado para usar los puños, le daban comisión por el fangote, tenía achicados a los guardas todos, fue el mejor guardaespaldas de los pungas, “bagayero” de a ratos, "pecho verde". Para meter las manos era un viento. Llevó una muerte encima y nadie supo, lo tiró en el arroyo por la noche, en esa canaleta de agua hedionda. Por eso le llamaban Aires Puros al barrio que lo vio saltar tejidos, romper la fiesta de los corralones, de peseta nomás, de puro macho, cambiar el resultado del partido.
Lo sacó el Imparcial del Ipiranga y en pocos meses ascendió a primera. Concentrarlo era bravo, era difícil. Lo digo porque sé. Yo lo buscaba, averiguaba en las comisarías y lo encontraba ya sobre la hora. Pero jugaba igual, mal entrenado, durmiendo donde cuadre, mal comido. El presidente lo necesitaba. En cualquier cancha, con cualquier hinchada, aunque el miedo doblara a los muchachos, con el hombre al costado era distinto: les daba una inyección en cada grito, les tenían más miedo que al contrario. Y a la salida no pasaba nada, nadie como él quería ser el primero. Me acuerdo de la bolsa y el remiendo. El aprendió perdiendo a ganar todas.
Lo compró el Colonial y entró la buena. Con el nueve en la espalda hizo las latas. Quedó atrás la piecita a queroseno donde todos dormían amontonados. Y nunca se olvidó, nunca la suerte pudo cambiarle el rumbo, la fachada.
La llevaba escondida entre las piernas, la cuidaba con una y la doblaba. Era buen pisador, trancaba duro, un asesino si metía la plancha. En el polvo del área la sabía: metedor con los codos, agarraba, pisaba sobre el salto a los “goleros”, les llenaba de tierra la mirada. Los jueces no veían, era astuto, para ser sucio y para ser callado. Si el juego era leal jamás lo hacía, “dribleaba” como un dios y la pasaba, los pasos largos eran serpentinas, dibujador perfecto de la cancha. Y si pateaba reventaba redes, tatuaba postes con los pelotazos, armador de partidos imposibles, con la cara impasible y esa nariz de “infanto”.
Colonial lo llevó porque metía, dueño de la pelota en cualquier lado. Le pusieron el nueve y fue de gira, eligió los más duros campeonatos, siempre con el balazo en la rodilla, casi en el muslo, bala silenciada, despertaba sospechas y respeto. Nadie le preguntaba.
Fue el primer choque con la policía una noche dormida entre las chapas. En el mismo boliche cachaciento: el andurrial donde iba la perrada. Desparramó al botón con una zurda, salió de raje y lo alcanzó la bala. Adentro la llevó dos días a monte, ya sin poder pisar y desangrado. Lo curó una panera a la sordina, nadie creyó que iba a seguir jugando. Y se cruzó la franja del cuadrito y dobló la rodilla.
Siguió, como si nada.
El Colonial lo consagró caudillo, ídolo de la hinchada, esa “mersa” que olvida tan de golpe, ese corral de tantos charlatanes. En todas partes era el que metía, el que se la jugaba, el que nadie eligió como enemigo, el que peleaba con pelota y lanza. Cuando toquen el pito te amasijo, le “chamuyó” al macaco retobado, aquel que lo escupió, bayano grande, con el tres en la espalda. Y el juez pitó, se le acercó de a poco, en la boca del túnel del estadio. A saludar se le venía el baboso y allí quedó, noqueado.
La cuereada más dura fue en Sajonia, contra los paraguayos. Era de vida o muerte ese partido. Y había que ganarlo. Viajó bajo amenaza, sin remedio. Les cantó que iba igual y no anotaron. La indiada lo quería ver partido: ese día lo quebraban.
Era bravo salir entre el gentío, los silbidos, la lluvia de naranjas. Algunos parecían varas verdes, metidos en el pozo, sin ánimo, sin garra. Les pidió que salieran despacito, uno a uno, sin prisa, caminando. Ninguno iba a correr. El fue primero, con la guinda en el hueco del sobaco. Ahí estalló Sajonia. Fue de golpe, apenas lo miraron. Le llovieron insultos y botellas, el túnel quedó atrás, el alambrado, los naranjados rebotando cerca. Ya con los huirás no silbaba nadie.
Golpe de luz del taita esa salida, una jugada para no olvidarla.
Los paraguas entraron a dar duro, era la orden achicar de entrada y les salió al revés. Fue un pelo a pelo, un cuerpo a cuerpo de tapones altos. Aquí nadie se achica, nadie afloja. Y la cuereada la ganó a latazos.
Uno a uno y penal. Barrida y pito. El porteño cobró: quedó jugado. Fue al punto blanco y la pidió en seguida. Porque el penal lo vio todo el estadio. El Colonial ganaba si iba adentro. Hervía el Sajonia, todos protestaban. Si alguno la metía era seguro. Pateaba él, llovían las naranjas. De pronto la sacó. pensó dos veces, y el porteño pedía que tirara. ¿No me complique más, tírelo ahora! La colocó otra vez, se afirmó lento, como triste venía caminando. En los tres palos el guardián nervioso, agazapado como una tarántula, parecía una araña parecía, parecía un futuro fusilado.
Él, manso, se acercó, miró las redes, y la durmió en el fondo. Sajonia era una lápida, era un velorio aquello, era una misa, era una catedral de madrugada.
Con los macacos lo pusieron siempre; era un especialista en aflojarlos. Lo conocían bien, nadie quería, nadie quería con él en la trenzada. Y nunca olvidaré Villa “Belmiro”, las tribunas repletas, meta zamba, “pandeiro” y tamboril, piedras y cuetes, fuegos artificiales. Yo me aguantaba todas en silencio, quieto en la “bazucada”. Si me daban la cana era hombre muerto, la posaba de tránsfuga. Un oriental en medio del jolgorio, sólito ahí, ay Dios si me “junaban”...
En el terreno todas las tenía, tranquilo como siempre, como en casa, el anormal no conocía el peligro, ese alambrado que se le inclinaba. Y atrás los ogros que se lo comían, bombas y botellazos.
Lo vi juntar la tierra antes del centro, sabio, “mañero” y aprendiz del barro. El “golero” salió por mariposas, abrió los brazos: no veía nada. El diez saltó y adentro, “globa” al medio. Y se desesperó la “machacada”. La banda se calló, los parches mudos, tiraban piedras o lo que agarraran. El vivo ni miró, lo sabía todo: “pachorriento” jugó, por un asado.
Pitazo. Suspensión por las botellas. Las puso en fila, las amontonaba. Una bomba cayó muy cerca suyo: la devolvió sin reventar, desbande. Cuando estalla se rompe el gallinero, trepan por todos lados. Los postes parecían bananeros, la batalla se armó, lío y trompadas.
Minga de garantías, un delirio, la conejera se cayó a pedazos. Y ganó el Colonial. Tres-dos, el árbitro asustado. Se simuló un empate por las dudas, para salvar la vida, “pa'calmarlos.”
Mil de aquellas le vi. Y el hombre un hielo, en los potreros o en el Centenario, en Wembley, en Moscú, en Avellaneda, en los agarres con el Hacha Brava.
Esa vez fue el final, ya se habían visto, se habían dado parejo en varias canchas. Él, manso, siempre le batía en la oreja: Mirá que yo me aguanto en cualquier parte. Cuando trancaban se elevaba un trueno, chocaban a matar, se saludaban. Y a la vuelta otra vez, pierna con pierna, tapón contra tapón, codo y frentazo. El jefe diablo rojo no protesta: Así se juega al" fúbol”. Qué” carajo”.
Era el último round de Avellaneda. Lo descubrieron justo, lo chaparon, antes del corner, con la tierra arriba. Fue del puntero el “fato”, la “gilada”. Se demoró en centrear, amagó justo: la polvareda que me lo delata. Lo denunció el arquero y hubo pito, tarjeta y expulsión. Afuera y basta.
Se fue despacio, resignado, solo. Le tiraban de todo y caminaba. Con gesto de campeón se hundió en el túnel: era la última vez con la rayada.
Le había ganado así varios partidos, jugando como un dios o mañereando. Pero esa vez lo echaron y perdieron. Entonces lo vendieron, lo sacaron. Y nunca más. Es fácil el olvido: esa memoria de los empresarios.
El hombre se apagó, ya no lo vieron, pisando fuerte las gramillas largas. Jugó unos años más, siempre virtuoso, siempre varón y sabio. Volvió al cuadrito con lo que podía, por oficio nomás, siguió jugando. Sentía el corralón, la bronca vieja, el olor del arroyo lo llamaba, la murguita, los coros de la esquina, la medialuna que caía en las chapas.
No pudo terminar como esa noche. No fue con un revólver ni navaja. Fue un taco de billar que entró en su pecho; le partió el corazón contra el estaño. No pudo ser así, justo conmigo, con el que nunca se le retobaba.
Lo garroneó la muerte en el boliche, lo garroneó al campeón, así, de puro maula.
Los viejísimos cielos. Sudamericana, Buenos Aires. 1975.
Enrique EstrázulasEscrito en el céspedEdiciones de la Banda OrientalMontevideo - julio 1998











Homenaje a Benedetti

Mario Benedetti nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de Toros, en Tacuarembó, Uruguay, fruto del matrimonio entre Brenno Benedetti y Matilde Farugia. La economía familiar se vio seriamente afectada por un engaño que sufrió el padre de Mario y así con tan sólo 4 años, la familia se trasladó a Montevideo (no en vano en Montevideo vive más de la mitad de la población de Uruguay, el mayor porcentaje de población que vive en una capital de toda Sudamérica). Este engaño condujo a tiempos difíciles para la familia Benedetti que tuvo que vender multitud de objetos de valor para seguir adelante y que obligó a Brenno a la clandestinidad económica para evitar a los acreedores y en busca del soñado empleo público, un auténtico sueño en el Uruguay de la época en el que el sueldo de un funcionario era inembargable y echarlo era casi una cuestión de Estado. Mario estudió en un colegio alemán, en parte por la admiración que el padre tenía por ese país. De esta experiencia, además de aprender el idioma, aprendió el gusto por el trabajo bien hecho y por la puntualidad. Pero en 1933 el padre le obligó a salir del colegio, ya que en éste obligaban a utilizar el saludo nazi, otro año en un Liceo y termina su educación. A partir de 1935 empieza a trabajar en Will L.Smith en el que hará prácticamente de todo: contabilidad, cajero, taquígrafo, vendedor hasta que en 1939 y acompañando como secretario al líder de la secta Raumsólica (de la que formaron parte también su familia y la familia de Luz, la que después sería su esposa) se fue a BsAs en donde por un sueldo muy escaso y en unas condiciones bastante pobres hizo también un poco de todo. De todas formas esta época fue importante en tanto en cuanto fue en la plaza San Martín donde solía a ir a leer (es un lector compulsivo, aunque en esos tiempos se tuviese que conformar con leer compulsivamente libros de ediciones de bolsillo baratísimas, probablemente compradas en Corrientes) y donde leyendo al poeta Baldomero Fernández Moreno supo a ciencia cierta que él podía ser poeta, que las poesías que leía estaba hecho con lo mismo de lo que estaban hechas sus penas y sus alegrías. Además por esa época Mario escribía poemas de amor a Luz (que ella nunca contestó). De todas formas, desengañado con la farsa que resultó la secta volvió a Montevideo, ésa sería una época muy importante para él por dos cuestiones. Primero porque consiguió el soñado puesto de funcionario en la contaduría general de la Nación, donde iría ascendiendo poco a poco y que compaginaría con otros "laburos" para completar su sueldo. Por otro lado cayó enfermo de tifus, de hecho fue el primer funcionario en caer enfermo de este modo ("tuve este honor"), así estaría 2 meses de fiebres y diarreas en los cuales perdió 14 kilos que representaban por aquel entonces 1/4 del total de su peso. Luz fue a visitarle durante su enfermedad y tuvo un proceder no tradicional y hasta diría prohibido y antihigiénico que a él le pareció conmovedor y le robó el corazón para siempre: lo besó en sus labios contagiosos y cuarteados ("hasta el momento yo no había creído que fuese tan tierna, inconsciente y osada"). Así que el 23 de marzo de 1946 Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farrugia ("Yo me llamo Brenno, también mi padre y mi abuelo tenían ese nombre, tengo tíos que se llaman Brenno, en fin, este nombre parece ser nuestro distintivo, como la marca de fábrica") se casa con Luz López Alegre ("Es que casarse con alguien que lleva la luz y la alegría en su nombre parece una buena inversión") a la que había conocido desde que eran niños ("Tardé 6 años en decírselo y ella un minuto y medio en aceptarlo"). En el 47 viajan con sus suegros a Europa (el padre de Luz se morirá de alegría al llegar a Galicia) que será el preludio del viaje que hará en 1957, mucho más largo. Por aquel entonces escribe "La víspera indeleble", de la que no venderá ni un sólo ejemplar, aunque los ánimos que le darán algunas personas, como Juan Cunha, un poeta que trabajaba en el diario Marcha (Le dijo: "Es un mal libro de un buen poeta") le empujará a escribir "Sólo mientras tanto" del que esta vez venderá 9 ejemplares, un porcentaje infinitamente mayor que el anterior libro, lamentablemente las proporciones no podían seguir este ritmo.Fué en 1949 cuando escribió su primer libro de cuentos "Esta mañana", ya se empiezan a dibujar los personajes por excelencia Benedittianos, varones y mujeres poco interesantes que se meten en amores o desamores tampoco demasiado interesantes. Pero no será hasta 1950 cuando a través de la lectura del escritor Italo Svevo defina su estilo definitivamente. Svevo será a la prosa como Fernández Moreno a la poesía, salvo que esta vez lo que hará será más bien confirmar el rumbo ("sus personajes son, en general, seres mediocres, más o menos custodiados (no agobiados) por su conciencia. El narrador sólo quiere brindar una visión directa de esa mediocridad y usa para ello las formas manidas del lenguaje coloquial"). En 1953 escribe "Quién de nosotros" su primera novela (exceptuando la que escribió a los once años) y que tendrá que esperar al tirón de "La Tregua" para ser leída con atención, de momento pasará de puntillas por la crítica. En esta época ya colabora activamente en "Marcha", pero no puede descuidar su empleo como funcionario. La relevancia como poeta la encontrará definitivamente con sus "Poemas de la oficina" que tendrá un rotundo éxito, no en vano "Uruguay es la única oficina que ha conseguido el estado de República". Pero uno de sus años más importantes fue sin duda alguna 1959 que marcó, yo diría de manera casi definitiva su trayectoria política. En este año viaja a E.E.U.U., a pesar de las reticencias por darle el visado de las autoridades americanas, ya que en un periódico de izquierdas salieron publicados unos poemas suyos. Además tuvo que firmar entre otras cosas que no iba a matar al presidente de los E.E.U.U., aunque como recordó Mario a la hora de firmar, todos los presidentes norteamericanos fueron matados por norteamericanos. Se podría decir que Estados Unidos se le atragantó por múltiples motivos (entre ellos el racismo, la desigualdad,...) y nunca más le volvieron a conceder el visado. Otro acontecimiento clave que sucedió en 1959 fue la Revolución Cubana que "fue un sacudón que nos cambió todos los esquemas y que transformó en verosímil lo que hasta entonces había sido fantástico. Hizo qu los intelectuales buscaran y encontraran, dentro de su propia área vital, motivaciones, temas y hasta razones para la militancia". A raíz de todo esto escribe su primer texto comprometido, "El país de la cola de paja". También escribe "Montevideanos", un libro de cuentos que tuvo mucho éxito y en 1960 obtiene su consagración definitiva con "La Tregua", sin duda su novela más alabada. Empezará a aumentar su participación política y vivirá unos tiempos frenéticos en cuanto su actividad en todos los frentes: periodismo, literatura, política. Liderará el Movimiento de los independientes del 26 de Marzo que luego integrará el Frente Amplio (alternativa a los dos clásicos partidos: el blanco y el colorado). El golpe de estado le exiliará por multitud de paises: Argentina, Cuba, España, ...aunque seguirá escribiendo desde fuera. No fueron buenos tiempos éstos y entre los múltiples lugares destaca Cuba a la que llegó de la mano de Haydeé Santamaría y donde realizó trabajos agrícolas, además de su colaboración en la Casa de las Américas, con gente tan ilustre como Cortázar, García Márquez, Galeano,... con los que intercambiará proyectos, novedades, utopías,...esa quizás sea la parte agradable de su estancia en Cuba, pero la distancia con su pais, donde Luz cuida a dos madres y eso le hace sentirse profundamente solo y al final decide irse a Mallorca con Luz. Allí estaba cuando se le muere Haydeé y allí es donde su maltrecha economía empieza a recuperarse gracias, entre otras cosas, a sus colaboraciones para El Pais. Después de 10 años de exilio (vuelve en marzo del 83) inicia su "desexilio). Ahora vive a caballo entre Uruguay y España, donde le requerimos constantemente.

¿Por qué?

¿Por qué se dice que arden las orejas cuando nos critican?
La picazón o ardor fueron símbolos de maldad desde tiempos muy remotos. En el primer siglo de la era cristiana ya se explicaba este fenómeno como un fluido que envolvía a todos y que era disparado por el mal que una persona deseaba a otra. El destinatario era alcanzado aunque se encontrara a gran distancia.
El ardor, sin embargo, puede deberse a razones naturales. Cuando alguien nos dice algo desagradable en nuestra presencia, el rubor puede llegar hasta las orejas. La superstición ha extendido los efectos haciendo los que funcione a la distancia.


¿Cuál es el origen de las hadas?
Poco se conoce acerca del origen de estos seres que habitan cuentos y leyendas de todo el mundo. Se sabe que las hadas siempre escaparon de todo simbolismo religioso, que surgieron antes que el cristianismo y que en ningún caso llegaron a convertirse a esta religión. Son hermosas y paganas. En realidad, fue el propio cristianismo el que las relegó al ámbito de los demonios paganos de baja categoría, cuyo culto estaba prohibido y castigado. Esta visión se fue modificando con el tiempo, y hoy se afirma, más alta de las diferentes leyendas, que aman la luz, la belleza y la nieve, a diferencia de otra “gente menuda” que prefiere la oscuridad. Poseen, además, grandes poderes psíquicos, controlan los fenómenos atmosféricos, hablan el lenguaje de los pájaros y pueden sanar enfermedades incurables.


¿Cuáles son las diez lenguas más habladas en el mundo?

El número de lenguas que se hablan en todo el mundo no se puede calcular con exactitud, pero la cifra estimativa ronda entre las 4.00 y las 10.000. La gran diferencia entre un número y otro se debe a que existen casi 50.000 dialectos y los especialistas no se ponen de acuerdo a la hora de decidir cuándo un dialecto es tal y cuándo puede considerarse un lenguaje independiente.






¿A qué se llama luz mala?

Según la creencia de los campesinos de la Argentina y Uruguay, la luz mala es un fuego fatuo, esto es una ráfaga luminosa, tenue y movediza, que se observa de noche y a ras del suelo. Para los que creen en esta superstición, la luz mala nos otra cosa que el alma de un difunto en pena, porque no ha sido enterrada en tierra bendecida. Los escépticos aseguran, en cambio, que es el efecto que producen los cadáveres animales en descomposición.



¿Qué representaban las musas griegas?

Para la mitología griega, las musas eran deidades, hijas de Zeus (el dios supremo) y Mnemósine (personificación de la memoria). Eran nueve y cada una de ellas representaba un área del arte o las ciencias: Euterpe( música), Clío( historia), Talía(comedia), Melpómene( tragedia), Terpsícore( danza), Erato ( poesía lírica), Polimnia( mímica), Urania(astronomía) y Calíope(poesía épica).



¿Cuándo se inventaron los signos de puntuación?
El primer signo de puntuación fue el espacio que separa a las palabras entre sí. Originalmente se escribían todas juntas, y se cree que leyendo la frase en voz alta se descubría su sentido. Después, en el siglo V a.C., aparecieron los primeros puntos, que los había ubicado el griego Aristófanes en los textos de sus comedias. Pero su función era indicar los pasajes que tenían que ser dichos en voz bien alta o en voz baja y serena, durante la representación. En cuanto a la coma, la inventaron los romanos. Sin embargo, el uso de los signos fue más bien caprichoso hasta el siglo XVI, época en que se editó el primer Tratado de la Puntuación, que durante mucho tiempo sería palabra sagrada para escritores e impresores. Hasta entonces, la lectura de un texto dependía de la apreciación personal del lector.


¿Por qué hablamos Castellano?
La relación entre las lenguas y el poder es absolutamente estrecha. Si en la mayoría de los países sudamericanos se habla el castellano es porque los españoles dominaron las culturas nativas. A su vez, en España se habla castellano no porque el reino de Castilla fue el que encabezó la reconquista de la península ibérica invadida por los árabes durante ocho siglos, y que concluyó con la toma de granada en el año 1492.De no haber sido así, el idioma oficial de España podría haber sido el vasco, el gallego o el catalán, las lenguas de los otros reinos de la península.


Los bomberos [Cuento. Texto completo] Benedetti

Olegario no sólo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: "Mañana va a llover". Y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: "El martes saldrá el 57 a la cabeza". Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.
Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: "Es posible que mi casa se esté quemando".
Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Éstos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: "Es casi seguro que mi casa se esté quemando". Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.
Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.
Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.

Hábitos de estudio

Hasta hace algún tiempo, Hugo, un alumno universitario, dedicaba gran parte de su tiempo al estudio, pero aprendía muy poco. Sus notas eran regulares, Hugo estaba desesperado.
Un sábado en la mañana se encontró con Osvaldo, uno de sus compañeros, que siempre se sacaba muy buenas notas. En ese momento, Osvaldo partía de excursión, aprovechando el fin de semana.
-¡Quién como tú que pede irse de paseo!- exclamó Hugo_ . Lo que es yo, tengo que quedarme a estudiar estos dos días. ¡Qué suerte tienes de ser tan inteligente!
-¡No digas eso, Hugo!- respondió Osvaldo- .Posiblemente eres más inteligente que yo. Lo que pasa es que a mí me enseñaron a estudiar. Creo que te puedo ayudar. Juntémonos el lunes después de la prueba y hablemos sobre tu problema.
Osvaldo partió a su excursión y Hugo se quedó estudiando casi sin parar. El lunes después de la prueba los dos amigos se juntaron. A los dos les había ido bien. Durante un largo tiempo examinaron el modo de estudiar de cada uno.
Hugo estudiaba en todas partes: en la biblioteca, en el café, en los jardines, en cualquier habitación de la casa. Su método de estudio consistía en leer los textos muchas veces, aunque el libro fuera suyo, rara vez subrayaba las partes importantes; ocasionalmente tomaba algunas notas.
Osvaldo, en cambio, estudiaba sólo en dos partes: en la biblioteca de la universidad o en el escritorio de su pieza, que compartía con un hermano más chico.
-Si estudio en el patio o en el café no puedo concentrarme. Me dan ganas de participar en las conversaciones o en los juegos. Prefiero conversar o jugar sin pretender estudiar- explicó Osvaldo.
-Por eso debe ser cada vez que estudio en el patio o en el café aprendo tan poco- respondió Hugo.
-Puede ser- le dijo Osvaldo-. Como te gustaría más estar con los otros, el estudio se te hace pesado; no te concentras, y no aprendes. Por eso, yo siempre estudio en lugares que no presentan distracciones.
-¿Por qué no me explicas entonces tu método de estudio’- preguntó Hugo.
-mira, Hugo. Primero trato de ver qué voy a estudiar. Les doy una mirada a los títulos y subtítulos del texto o examino el índice. Eso es lo primero. Luego cierro el libro y en una hoja de papel escribo las preguntas que se me ocurren acerca de lo que voy a estudiar. Luego leo una o dos veces el texto.
-¿Y subrayas el libro?
-Sí, Hugo. Subrayo las ideas principales.
-¿Y lees toda la materia de una sola vez?
-No, Hugo. Divido la materia en partes más o menos cortas.
-¿Y luego qué haces?
Luego cierro el libro y lo guardo en un cajón o donde no lo vea. Entonces, primero trato de responder las preguntas que escribí antes de empezar a leer. Luego trato de resumir por mi cuenta lo que leí. Cuando termino de responder las preguntas y de hacer mis resúmenes, repito en voz alta lo que resumí como si estuviera explicándoselo a otro. Finalmente reviso el libro y corrijo lo que está mal, completándolo que me falta. ¿Sabes cómo se llama mi método?
-No tengo idea, Osvaldo.
-Mi método se llama EPL4R2C.
- ¿EPL4R2C?¿Qué significa eso?
- E significa: Examino. P: Pregunto. L: Leo.
-¿Y cuáles son las 4R?
-Respondo, Resumo, Repito y Reviso.
-¿Y las dos C?
Corrijo, Completó ¿ tú lo inventaste?
-no, hombre. La base la inventó una educadora llamada Francis Robinson, en 1962. A mí me lo enseñaron hace dos años y lo adapté un poco.
Hugo se fue a su casa, y allí, por su cuenta, se propuso un método para estudiar con más provecho. El método de Hugo se llama: EPL4R2C SAP. (Por si acaso, SAP significa: Salgo A Pasear).





a) Inventa un método de estudio que se adapte a tus características personales. Escribe su sigla y coloca, frente a cada letra, su significado.